Preludio carnal by Robert Sermaise

Preludio carnal by Robert Sermaise

autor:Robert Sermaise [Sermaise, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1994-01-01T05:00:00+00:00


VII

El lecho está húmedo del sudor de nuestros cuerpos. Decidimos instalamos, para cenar, en el canapé que hay junto a la ventana; el crepúsculo pone la nota de frescor. Voy a buscar una bata para Thérèse que, de nuevo bajo el influjo de pudor tardío, se ha vuelto a ocultar tapándose con la sábana. Cuando vuelvo a la habitación, con los víveres, está de pie, estrechamente envuelta en el batín. Está atándose meticulosamente el cinturón, que cierra con un segundo nudo, y luego con un tercero; mientras, por debajo, me mira con aire socarrón.

Sólo contamos por todo manjar con las sobras de la víspera, que no son gran cosa, pero un resto de champaña olvidado en la heladera salva las apariencias. Tras dar cuenta de la cena, hablamos y fumamos. El rectángulo azulado de la ventana está cada vez más oscuro y se va salpicando de estrellas, cada vez en mayor número. Ignoramos qué hora es, pero ¿qué nos importa la hora?

Cuando ya es completamente oscuro (una noche de verano particularmente tardía), tiramos de tácito acuerdo nuestros cigarrillos y Thérèse se desliza hacia mí, buscando mi boca con su boca. El cielo, sin luna, es no obstante tan claro que del rostro de mi mujer y de sus manos parece irradiar una fosforescencia. Largo diálogo de nuestros labios y de nuestras lenguas. Se me ocurre pensar que por debajo de la bata, Thérèse está completamente desnuda; pero no me atrevo a alargar la mano hacia su pecho, por temor a que esté hastiado por nuestra orgía de caricias de la tarde. Bueno como un santo, me limito a posar mi mano sobre sus rodillas, cubiertas por la bata.

*

Para provocarla, me separo un instante, como si rehuyera sus labios; y con el movimiento que ella hace para alcanzar mi boca, su rodilla queda al descubierto. Cálida sorpresa de un poco de piel desnuda debajo de mi mano. Adelanto prudentemente los dedos, tratando de agrandar esta conquista inesperada sin llamar demasiado la atención. Pero la bata resbala de golpe, destapando todo el muslo, hasta la línea ambarina de la ingle; y mi mujer hace el gesto que yo me temía, dispuesta a taparse nuevamente, y más que antes. Sin embargo, no acaba el gesto; febrilmente, como tratando de aturdirse del todo, clava su lengua en mi boca, mientras que su pierna se abre hacia mí, aceptando la caricia.

Pese a esta aquiescencia, todavía dudo; es una conquista mayor que la que yo me proponía, en efecto, y la más mínima torpeza puede echarla a perder. Tímidamente, mi mano asciende, rozando la cara interna del muslo y asombrándose de la inmaterial suavidad de la epidermis. A medida que voy progresando, los músculos se ablandan, la piel se vuelve más suave aún y, sin transición, noto bajo mis dedos el pliegue del sexo y del fino vello que lo aureola; pero las piernas se cierran de golpe, deteniendo mi mano. Una vez más, otra vez el rechazo, el invencible movimiento reflejo del pudor, que cada vez me veta la postrera intimidad de la carne.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.